Desayunando
desprevenido en la mañana vi por la ventana vecina a una chica entrar en su
cuarto. Ella no me podía ver pues mi apartamento queda varios pisos más arriba,
pero yo la podía ver perfectamente. Debía ser nueva en el barrio y además no
parecía percatarse de mi presencia, o no sé si era consiente pero entro a su
habitación en toalla, miro indiferente a la calle y se empezó a vestir. Cual sería mi sorpresa
al ver caer la toalla por su espalda morena, resbalando luego por sus nalgas y
cayendo al suelo. Definitivamente mi café automáticamente empezó a saber mucho
mejor.
Se puso su ropa
interior lentamente, dejándome admirar su cuerpo desnudo. Tenía un cuerpo
hermoso, me hacía pensar en Mónica Bellucci pero morena, unas hermosas piernas
encabezadas por un trasero que hacía olvidar los problemas más graves tan solo
mirándolo. Su sensual forma de vestirse me hacía sentir como si estuviera coqueteando conmigo, como se subía
lentamente sus medias hasta los muslos, solo el pensar en bajarle el cierre de
su vestido tan lento como se lo estaba subiendo dejaba que mi imaginación
volara.
Se acercó a un
espejo y se puso labial rojo en sus carnosos labios, un poco de perfume, se montó
en sus tacones y salió, dejándome boquiabierto y agradecido por ese excelente
comienzo de semana. Esa noche le hice el
amor a mi esposa pensando en ella, en sus piernas, en su espalda, en sus
nalgas, en su delicado color moreno, en sus labios, imaginando su olor, mezclando los gemidos de mi imaginación con
los emitidos por mi mujer.
Este ritual se
empezó a repetir todas las mañanas, acompañado de un café negro y un cigarro
veía como mi Mónica Bellucci criolla se vestía, y cuando se iba me quedaba
junto con mi imaginación y mis pensamientos sucios. Me cuestionaba si lo que estaba haciendo
estaba mal, pero yo no estaba haciendo nada malo, solo estaba viendo e
imaginando. Imaginar y ver no es un delito. Además es culpa de ella, ella
quiere que la vean, de lo contrario por que no pone cortinas.
Una noche me asome
por la ventana, y vi como Luciana (así le había puesto a la chica de mis
fantasías) entraba a su cuarto con un hombre, estaban discutiendo y ella se
veía bastante ofuscada, gritaban y manoteaban y de pronto Luciana empezó a
tirar cosas hacia el tipo, él le dio una cachetada y ella se enfureció de tal
manera que agarro un busto de bronce que tenía cerca y le dio un golpe tan
fuerte que este cayo desmayado al piso. Ella en vez de detenerse se abalanzo
sobre él y siguió golpeándolo con el busto hasta que la sangre del tipo empezó
a salpicar todo; las sabanas, la pared, el piso, Luciana, todo estaba lleno de
sangre.
Ella se paró del
regazo del hombre y se sentó en el borde de la cama, se le veía agitada, se
miraba las manos y se quedó así largo tiempo.
Yo estaba anonadado
ante semejante espectáculo, realmente no lo vi venir. No sabía si debía hacer
algo. No era de mi incumbencia, pero acababa de presenciar un asesinato. Me
preguntaba que estaba pasando por la cabeza de Luciana en ese momento, quien
sería el tipo que acababa de matar.
De pronto Luciana
se paró, hizo una llamada y empezó a limpiar todo. Su ropa, las sabanas y el
cuerpo del hombre los metió en bolsas negras, se le veía muy tranquila,
bastante diría yo. Luego se metió a bañar y cuando salió de la ducha ya habían
llegado tres calvos bastante grandes. Ella los saludo afectivamente y ellos sin
hacer preguntas se llevaron las bolsas negras.
En cuanto a
Luciana, se quedó fumando en bata mirando por la ventana. Yo desde mi ventana
hacia lo mismo, pero la veía a ella. De pronto levanto la vista y se me quedo
mirando fijamente. Yo consternado pero firme le aguante la mirada. Así nos
quedamos largo rato fumando juntos pero separados por la avenida. Esa mujer era
demasiado sexy. En ese momento llego mi
mujer a la casa y entré a la casa hipnotizado por la mirada de esta muza
asesina.
Esa noche estuvo
llena de pesadillas y sueños bizarros. En uno de ellos me encontraba en un pasillo lleno de puertas, las empecé a
abrir al azar y me encontraba con cuartos llenos de sangre, personas teniendo
sexo masoquista en cuartos oscuros con luces rojas, fiestas exóticas en cuartos
pequeños, mucho caos. Me puse muy nervioso y salí corriendo a una puerta al
fondo, la abrí y caí por un precipicio largo y oscuro. En el fondo amortiguo mí
caída algo acolchado que al principio no supe que era, pero mientras mis ojos
se acostumbraron a la oscuridad mis manos descubrieron que había caído sobre millones de ratas grises
y gordas. Me desperté exaltado y bañado en el sudor.
Después de una
larga noche en donde sentí que había bajado al infierno varias veces me levante
agotado. Mi cabeza daba vueltas, me di una ducha para aclarar un poco mis ideas
y luego me serví un café. Automáticamente me dirigí a la ventana y encontré en la ventana de mi vecina un gran
aviso que decía SE ARRIENDA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario